Compré algo especial ese día. Lo vi en un escaparate de la tienda en el centro, sabía que él no lo esperaba y creí que sería una buena movida.
Quería impresionar. No dudé en arreglarme una hora y probarme la adquisición las veces que fuera necesario para confiar que me veía lo mejor posible. El color negro, siempre me hacía sentir sensual. Los tirantes delgados y el encaje en el busto, se veía delicado y suntuoso. Esas portaligas que combinaban con el conjunto y las infaltables medias con encaje, me hacían pensar que sus ojos brillarían más de lo habitual. Así luego caminaba por la calle, sonriendo a la gente, segura de mí misma. Algunos hombres se voltearon a mirarme. Si supieran que tenía en mente... se llenarían de envidia.
Y todo gracias a que lo vería esa noche.
La velada, fue perfecta. Luces bajas, música suave, un vino exquisito. Con una copa en la mano lo llevé al sofá. "Te tengo un regalito" le dije juguetona. Y él sonriente, comenzó a buscar.
Mientras sacaba mi vestido, yo buscaba su boca; así besándolo, le ayudé un poco con la ropa y pronto cayó al suelo.
Me separó de él y admiró su regalo.
- "Eres hermosa."
- "Y toda para tí..."
Tomó mi mano y me hizo dar una vuelta. Luego solté los botones de su camisa, dejando ese torso que me encanta esperando mis caricias.
Y llenándome de besos bajó por mi cuerpo. Mientras me recostaba en el sofá intenté ayudarlo a sacarme el portaligas, pero me detuvo.
- Déjatelo puesto, dijo.
Yo obedecí. Dejé que el manejara la situación. Después de todo era su regalo y él lo estaba disfrutando...