lunes, 3 de marzo de 2008

Tu aire en mí

Recibí una nota de él que decía:
"encuentrame en el hotel de siempre, a las 20, habitación 707" nota acompañada por una llave.
Nada más.

No era necesario decir mucho en verdad.
Solo me preparé con lo que tenía puesto, algo contrariada por el aviso tan intempestivo, pero ansiosa. Me gusta lo impredecible de la situación. Tomé mis cosas cerca de la hora impuesta y al salir de la oficina, vigilaba mi imagen en los espejos del edificio... ya más tranquila, tomé el taxi y retoqué la nariz, me sentí tonta y sin querer, solté una risotada.

Pasé rauda la recepción del edificio.
Eran las 20:05, el tráfico no me ayudó a ser puntual esta vez. Tomé el ascensor y un hombre mayor me miraba como si yo anduviese desnuda. Se cerraron las puertas y quería salir de ahí. Me ponía más nerviosa sentir su respiración en la pequeña cabina. Interminables minutos me incomodaron. Por fin se abrían las puertas y pude respirar... no sin antes recibir una maliciosa sonrisa por parte del señor.

Saqué la llave de mi bolso, y algo temblorosa giré la manilla,
deslicé la mano sobre la puerta al entrar en la habitación. Había una luz tenue de una vela encendida sobre un arrimo del pequeño hall que conducía directo a la recamara.
Recostado a lo ancho de la cama, solo me miró aparecer mientras fumaba un cigarro. Me apoyé en la pared sigilosamente. Boté mi cartera al suelo, y a paso lento avancé hacia el.
Dejé resbalar mi chaqueta, y sentí necesitar respirar muy profundo. Sin dejar de mirarnos a los ojos comencé a desabotonar mi blusa, subí a la cama, arrodillada hasta quedar frente a su cara.
Se incorporó frente a mí... tomó mi cara con sus manos, pensé que me besaría. Continuábamos sin hablarnos, solo nos mirábamos a los ojos; acercando nuestros rostros para un beso esperado, abrí un poco mi boca y el mentol de su aliento entró en mi despacio, lentamente aspiré su aire como si me entregara algo que me haría ser para él mucho más suya.
Fumamos juntos del mismo aliento, que entraba en mi suavemente intoxicando mi ser de él.
Terminamos ese extraño juego con un beso tierno que pronto volvió a ser cada vez más profundo y apasionado, sus manos deslizándose por mi cabello y mis hombros desnudos, sintiendo la suavidad de su piel en contacto con la mía, la calidez de su cuerpo al abrazarme y la excitación evidente que yo le provocaba. Me recostó a su lado contemplando nuestros cuerpos ya desnudos y entregándonos en un juego de caricias exactas y gemidos que no se hicieron esperar.

No podía aguantar más así, le pedí que me hiciera suya; sonrió y a mis espaldas continuó controlándome con sus caricias en mis senos firmes por la excitación. Luego comenzó a penetrar mi sexo con sus dedos, haciéndome sufrir placenteramente rotando en círculos despacio, suavemente. Al notar mi humedad no aguantó más y me hizo suya despacio, centímetro a centímetro entre mis gemidos y gritos ahogados. Luego de unos momentos salió de mí para volver a embestir esta vez más fuerte, de un golpe.Yo grité invitándolo a seguir.



El calor y la humedad de nuestros cuerpos se iban intensificando en cada movimiento mientras nos acoplábamos en un solo ritmo. Mordía mi oreja, mi cuello; quería devorarme entera. Sentía su respiración agitada en mi nuca, mientras él tomaba mi cabello, yo lo besaba cuanto podía, sus labios, sus mejillas y mentón. De pronto sentí como mi vientre se liberaba en espasmos incontenibles, perdiendo el sentido en segundos exquisitos al mismo tiempo que arremetía más y más profundo liberándose él en mil suspiros.

Como me gustaría guardar esa sensación en un frasquito, junto con tu aire en mi boca para tenerlo siempre conmigo.