viernes, 19 de octubre de 2007

El ascensor

Era un día aburrido como muchos de esa semana. Hacía un calor insoportable y tenía prisa por regresar a la oficina, ya que me esperaban para una junta.
En el hall del edificio, me fijé en una persona en particular que llamó considerablemente mi atención.
Leía un periódico y en su mano izquierda cargaba un maletín ejecutivo. Se veía serio con su traje impecable, pero al mismo tiempo, muy interesante.

Esperando los ascensores nos encontrábamos a pocos pasos de distancia. Miró su reloj y luego alzó la mirada, revisando el entorno. Luego, él caminó hacia mí; sin querer yo me enderecé y arreglé mis ropas para estar mejor presentada, fue un acto reflejo de mi coquetería. El extraño sin apenas mirarme, rozó mi hombro al pasar y dejó un halo de su perfume en el metro cuadrado que yo ocupaba. Lo suficiente para hacerme volar y seguirlo con la mirada.

Ya se había dado cuenta de mi interés. Era un hombre alto, pelo castaño claro y su perfíl lucía casi griego, combinando con una piel tostada y sus ojos color miel - Bello - Lo único que me dije.

El sonido de la alarma del ascensor me sacó de mi embelesamiento. Éramos los únicos por suerte. Podría entablar una conversación en esos pocos minutos al último piso.

Todo un gentleman, extendió su brazo y me dijo "por favor, adelante." Su voz era armoniosa con su imagen lo que hizo que sonriera al darle las gracias.
Nuestros dedos se tocaron al presionar el nº 20 al mismo tiempo. Un calor subió a mis mejillas y ambos retiramos nuestras manos lentamente.

- Disculpa.
- No hay problema, dije.

y luego sentí una de sus manos tocando mi espalda. Recorriendo con su dedo mi columna. Un impulso eléctrico me llenó de improviso y agitó mi respiración. Al no ver resistencia, mi hermoso extraño paró el ascensor. Yo tenía puesta solo una blusa y la falda. Me hizo girar hacia él y con su mirada desnudó mi cuerpo. Sus manos se despojaron de las cosas que traía y acariciaron cada uno de mis pechos atrapados en un lindo brassier blanco, la blusa los dibujaba. Nos besamos apasionadamente y me tomó con fuerza apoyando sus brazos en mi trasero.
La locura era total, no sabía su nombre ni me importaba. Solo sentía esa sensación de peligro, que llamaran el ascensor y que nos descubrieran.

Mi extraño sujetaba mis piernas en sus caderas. Hábilmente, sentí como bajaba su zipper y corrió mis braguitas que causaban tanta incomodidad.
Los gemidos se escucharían por los pisos circundantes. Encontramos el ritmo perfecto apoyados en las paredes de aquel ascensor.
Corrían mis manos por su cuerpo lo que podía abarcar. Mi cuerpo parecía mas liviano en sus brazos.
Sus labios besaban mi cara y mi oreja. Las sensaciones eran rápidas. El orgasmo se venía inevitable...

****
- Tienes hora?

me miró sonriente y extasiado. - Las doce menos cuarto.
- gracias. (su voz con acento argentino, me derritió nuevamente)

Iba a la oficina de los abogados. Yo salí de esas cuatro paredes embobada.

Las cosas que suceden en los minutos que quedan para llegar a la oficina. Entre el camino 20 pisos lejos del suelo y entrar a tu mundo real.